En el continuo debate sobre si los líderes nacen o se hacen, emerge una fascinante convergencia entre la biología y la psicología del logro. En mi reciente inmersión en «GRIT» de Angela Duckworth, he explorado esta dinámica intrigante. Duckworth postula una ecuación simple pero poderosa: talento x esfuerzo = habilidad. Aquí, el talento natural puede acelerar la adquisición de habilidades específicas, como vemos en los ejemplos de nadadores con características físicas propicias.
Sin embargo, el verdadero catalizador del éxito radica en la fórmula habilidad x esfuerzo = logro. Esta ecuación recalca la importancia del esfuerzo continuo independientemente del tiempo invertido. El esfuerzo persistente es la clave del logro, superando incluso la influencia del talento innato. Esta perspectiva desafía la noción de que el destino está predeterminado por la genética, enfatizando en cambio el papel fundamental del trabajo arduo.
El paralelo con el liderazgo personal y profesional es innegable. Algunos poseen un talento natural para guiar, motivar y conectar con otros, ascendiendo rápidamente en la jerarquía organizacional. Sin embargo, la velocidad no garantiza calidad ni permanencia en posiciones de liderazgo. Aquí es donde entran en juego factores como el crecimiento continuo, la adaptabilidad y el pensamiento crítico.
La maestría en el liderazgo va más allá de la rapidez inicial en alcanzar la cima. Es un viaje de evolución constante, donde la intencionalidad, la consciencia y el compromiso con el servicio a los demás son fundamentales. Transformar vidas, alcanzar objetivos comunes y cultivar una cultura de excelencia son los pilares de un liderazgo perdurable.
Entonces, ¿qué sucede si crees poseer un talento natural para liderar? Aprovéchalo al máximo. Y si no lo tienes, recuerda que el esfuerzo y la determinación son igualmente valiosos. En última instancia, el liderazgo trasciende las etiquetas de «nato» o «hecho», arraigándose en la capacidad de aprender, crecer y servir de manera continua.
Además, es crucial reconocer que esta teoría, aunque poderosa, se enfoca exclusivamente en factores psicológicos, dejando por fuera influencias externas igualmente significativas. Un entorno de desarrollo propicio y el apoyo de un coach profesional pueden potenciar aún más el desarrollo del liderazgo. La integración de estos elementos en nuestra comprensión del liderazgo nos permite una visión más completa y enriquecedora, guiándonos hacia el éxito sostenible y el impacto transformador en nuestras organizaciones y comunidades.